Jorge Yzusqui Chessman
Miembro del Consejo ejecutivo de IPAE
¿Qué pensaría usted si le invitaran a matricular a su hijo en un colegio en donde no existen pizarras, centros de cómputo ni siquiera salones de clase? Quizá usted pensaría que le están tomando el pelo o, en el mejor de los casos, que le están haciendo una propuesta poco seria, ¿verdad?
Sin embargo, la educación del futuro, que no está muy lejos, pareciera estar caminando hacia ese modelo en donde la necesidad de desarrollar capacidades y competencias diferentes a las que ahora desarrollamos están demandando que se rediseñen los espacios de aprendizaje, los roles de los profesores y los diseños de los colegios. Hoy, tan importante como el desarrollo de las competencias cognitivas (matemática, ciencias, etc.), lo son las competencias actitudinales, la creatividad, la innovación. ¿Podemos desarrollar estas competencias en salones de clase en donde los alumnos
permanecen 7 horas diarias durante 10 meses al año y en donde tienen un conjunto de profesores que parados al frente los hacen leer, copiar y memorizar muchas cosas? ¡Definitivamente no!
Para desarrollar las competencias del siglo XXI es necesario que los profesores se conviertan en guías o tutores que acompañen a sus alumnos en la indagación y en la construcción del conocimiento; es necesario desarrollar el autoaprendizaje en los alumnos y para ello los profesores tienen que convertirse en facilitadores y deben aprender a decir “no sé” y, valga la redundancia, a aprender con sus alumnos; es necesario crear ambientes abiertos y participativos que fomente la creatividad y la innovación, espacios cómodos, relajantes y variados que permitan a los estudiantes liberar sus energías y canalizar las mismas hacia los proyectos de investigación y el trabajo colaborativo.
Es necesario también que estos proyectos se realicen con alumnos de diferentes grados donde las diferencias de edades permitan visiones diferentes y que se complementen; se requiere también menos salones tradicionales y más espacios de aprendizaje menos estructurados y abiertos que inviten a la creatividad, y se requiere soporte tecnológico para conectarlos al mundo y para captar la atención de ellos que hoy en día están acostumbrados a hacer varias cosas a la vez.
En resumen, necesitamos una escuela diferente que invite a los alumnos aprender a su propio ritmo y que los prepare para enfrentar el mundo que les tocará vivir.