Las expectativas depositadas en la educación son crecientes. Para muchos, ello responde a la constatación de que los procesos productivos son cada vez más complejos y, en consecuencia, quienes se van incorporando al mercado de trabajo deben contar con mayores calificaciones y recursos. Para otros, subyace a esta mayor demanda de educación el hecho de que no solo constituye un derecho irrenunciable sino que, además, habilita el pleno ejercicio de muchos otros derechos, adquiriendo así especial centralidad en la construcción de una vida plena. Desde perspectivas muy diferentes, con representaciones distintas –y en algunos casos contrapuestas– acerca de qué debe enseñarse, cómo
y a quiénes, se coincide en otorgar a la educación un lugar fundamental almomento de imaginar el camino hacia una sociedad más justa e inclusiva.
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